Piedras para comer.
Iba un señor caminando por una vereda rural, apenas
si llevaba consigo una pequeña bolsita amarrada con sus pocas
pertenencias, por sus ropas rotas y remendadas se podía ver que era un
indigente o trotamundos... caminaba lento, pero muy seguro. Se detuvo
frente a una casa y toco; en seguida salió una señora secando
sus manos en su delantal. Entonces le preguntó - sí, dígame señor ¿que se le
ofrece?- dijo la mujer.
-Disculpe señora, pero mire, ya tiene un rato
que no como nada y quisiera pedirle de favor si es tan amable.
-Sí señor, dígame usted.
-Mire, lo que pasa es que traigo unas piedritas y quería saber
si me da permiso de calentarlas un poco en su fuego, para no comerlas
frías.
La señora extrañada, hace una mueca de
asombro, y le dice -por supuesto que sí- respondió. Realmente la señora estaba más
que curiosa, por ver cómo es que el individuo iba a comerse las piedras.
Lo dejo pasar hasta donde tenía su cocinita, fuera
de casa y le hizo un espacio en las brasas de su fogón. –Adelante- dijo firme.
El hombre reposó su bolsita en un pequeño banco de madera, la abrió y saco un trapito donde traía envueltas un puñado de piedritas. La señora hizo un gesto de impresión, abriendo levemente los ojos y frunciendo la boca hacia atrás. El hombre tomo las piedritas en sus manos y le dijo a la mujer- señora, ¿será tan amable de prestarme un sartén para calentar mis piedritas? A lo que la señora de inmediato procedió a acercarle un sartén de hierro fundido.
Él lo tomo y agradeció. Lo puso al fuego – Señora, ¿tendrá un
poco de manteca para guisar mis piedritas. Para que no me sepan tas secas ¿por
favor?- la señora asintió con la cabeza y le dió una cucharita con manteca.
Entonces él la vació en el sartén y de inmediato se
inundó todo con el aroma a la mantequita.
Señora, perdóneme nuevamente, ¿tendrá unas
tortillitas duras, de esas que ya va a tirar o le va echar al puerco? Para acompañar
mis piedritas.
La señora sacó 3 tortillas de maíz duras de una palangana
y se las entregó. El las trozo con sus manos y las arrojo al sartén a que se
doraran con la manteca, tomo una pizca de sal, que estaba al lado del fogón, mientras
que la señora no despegaba sus ojos de cada uno de los movimientos
Entonces el levantó la vista de nuevo y preguntó con
tono apenado -Señora, ¿tendrá un huevito que le sobre? Para darle un poco de
sabor a mis piedritas
La señora sin titubeos le dio el huevo. A ella lo único
que le pasaba es que estaba tan concentrada y la curiosidad la estaba matando.
El termino de guisar el huevito con migas y se lo sirvió
en una lata de sardina que traía en su bolsita.
La señora con los ojos bien abiertos le preguntó
sin más ¡¿Y las piedras, oiga?!
-Bueno, verá por ahora me voy a comer este huevito,
las piedritas las dejaré para más tarde, que seguro me volverá a dar hambre- dijo
el hombre. Agradeció y salió de la casa con su platillo humeante. Dejando atrás
a la mujer con la boca abierta y sin concebir aún lo que acababa de suceder.
Aquí los puntos que revisar son:
1 A menudo
el ingenio es una de las cosas más importantes con las que podemos contar y son
las que nos permiten sobrevivir.
2. Personas con
buenas intenciones, ingenuas y morbosas hay en todos los rincones.
3. Para ciertas
personas es muy fácil engañar otros, sobre todo si uno se la pasa “papando
moscas”.
4. A veces
un observar un espectáculo “gratis” puede salir más caro de lo que crees.
5. Se llaman
cortinas de humo, ilusionismo, cínismo, encantamiento de serpientes.
Tú decides quien quieres ser y si
estás dispuesto. No es lo mismo dar por que corresponde hacerlo o de corazón, a que
seas engañado.
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