Piedras para comer.
Iba un señor caminando por una vereda rural, apenas si llevaba consigo una pequeña bolsita amarrada con sus pocas pertenencias, por sus ropas rotas y remendadas se podía ver que era un indigente o trotamundos... caminaba lento, pero muy seguro. Se detuvo frente a una casa y toco; en seguida salió una señora secando sus manos en su delantal. Entonces le preguntó - sí, dígame señor ¿que se le ofrece?- dijo la mujer. -Disculpe señora, pero mire, ya tiene un rato que no como nada y quisiera pedirle de favor si es tan amable. -Sí señor, dígame usted. -Mire, lo que pasa es que traigo unas piedritas y quería saber si me da permiso de calentarlas un poco en su fuego, para no comerlas frías. La señora extrañada, hace una mueca de asombro, y le dice -por supuesto que sí- respondió. Realmente la señora estaba más que curiosa, por ver cómo es que el individuo iba a comerse las piedras. Lo dejo pasar hasta donde tenía su cocinita, fuera de casa y le hizo un espacio en las brasas de su